viernes, julio 20, 2007

In memoriam

Cuando era niño, mi familia frecuentaba la casa de un vecino (y amigo de mis tíos) donde charlaban de temas diversos, escuchaban música (en esos ya legendarios acetatos), veían televisión (muchas de las series televisivas de los setenta las vi en ese lugar) y en general, convivían entre partidos de fut y pósters de Bruce Lee. Una de las cosas que recuerdo es que, en un mueble donde se encontraba el tocadiscos (y justo debajo de él) tenía un espacio donde se apilaban varias revistas: Siempre!, Revista de revistas, Proceso y otras más. Recuerdo que hojee varias veces dichas publicaciones, y aunque entendía poco o nada de su contenido, me llamaban mucho la atención los cartones (eminente políticos el 99% de ellos) y allí tuve mis primeros encuentros con los moneros Rius, Naranjo y otros que se me escapan a la memoria. Pero hubo uno en particular un personaje que capturó mi atención: Boogie el aceitoso.

Boogie era un matón a sueldo que, usando sus métodos poco sutiles; cumplía toda serie de encargos (haciéndolo de la mejor o peor manera) de acuerdo a las necesidades de su jefe en turno. Una antihéroe forjado de entre los peores vicios de la sociedad: brutal, sexista, con escasa fibra moral, pocos amigos y muchas enemistades. De repente, entre algunos de sus “trabajitos” uno podía reconocer al aparato represor del estado (cualquier estado totalitario) empleando a Boogie como su brazo ejecutor, como su sicario, su emisario...




Pero Boogie era más que un simple matón. Boogie tenía su propia versión de la vida, la lealtad, lo políticamente correcto. Este personaje veía en la violencia la única justificación de su vida, y la respuesta a todos los problemas (grandes y pequeños). En una entrevista publicada en Proceso, su creador afirmaba que el personaje era “un personaje típico de Estados Unidos”. Y no estaba muy lejos de la realidad: Boogie es un modelo a escala de lo que el gobierno norteamericano (en esencia) representa y de cómo se comporta.

Años mas tarde, descubro que el creador de esta tira, es un argentino llamado Roberto Fontanarrosa. Un hombre nacido en 1944, hincha del club futbolero Rosario Central, que inició su carrera publicando cartones en El Clarín de su país natal y que posteriormente trabajaría también para Proceso y otras revistas alrededor del mundo. Además de Boogie, Fontanarrosa era también padre de Inodoro Pereyra quien, acompañado por su compañero Mendieta, el perro que habla, se la ingeniaba para sobrevivir en medio de la pobreza y la escasez, armado solo con su ingenio y su humor cínico e irreverente.

Además de la historieta, Fontanarrosa incursionó en el mundo de las candilejas, donde algunos de sus relatos fueron adaptados. Inclusive, su personaje Inodoro fue trasladado al teatro con mucho éxito.

Hace un par de meses, en un número de El Chamuco y los hijos del Averno, había leído que Fontanarrosa estaba muy enfermo, a grado tal que tenía que tuvo que dejar de trabajar. Sus amigos (moneros mexicanos, argentinos y de otras partes del orbe) se unieron para apoyarle moralmente y tratar de auxiliarlo en su trance. Su solidaridad llegó a tal nivel que, algunos de ellos se convirtieron en el lápiz que daba vida a los cartones (que él mismo concebía verbalmente) cuando su mano ya no dio para más.

Ayer, después de 62 años de haber llegado a este mundo, Fontanarrosa sucumbió ante la esclerosis que le aquejaba desde hace varios. Y se ha marchado definitivamente... ahora vivirá solamente a través de su familia, sus amigos, sus colegas y, desde luego; entre los chistes de Inodoro y las palizas de Boogie.

Descansa en paz, estimado Roberto. Tus divertidos y ácidos personajes han dejado su marca en nosotros y (al menos en mi caso) son ya parte de nuestros recuerdos más atesorados. Gracias Maestro.

Si quieren leer más al respecto, visiten estos sitios:

La Web de Roberto Fontanarrosa.

Entrevista con Fontanarrosa en la revista Proceso.

La triste noticia y una breve semblanza del autor.

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