(Julio 1918 - Julio 2007)
Pues si... Ingmar Bergman fallecio justo en el mismo mes que nació, pero 89 años más tarde. Dicen que su deceso fue pacífico, y sus últimos años (aunque los vivió enfermo), llevó una vida apacible en la isla sueca de Faro (donde echó raíces y vivió hasta el día de ayer). Deja tras de si varios hijos y exesposas.
Pero sobre todo, Bergman hereda al mundo su legado artístico, expresado principalmente a través de su cine. Un cine que dejó una profunda marca en la historia del séptimo arte e influenció a muchos realizadores que le precedieron (y si no, preguntenle a Woody Allen).
Bergman era más que un término docto cacareado presuntuosamente por los pseudointelectuales snobs, erá más que un lugar obligado para aquel que deseaba adentrarse en las entrañas del mundo del celuloide, era más que un nombre socorrido por los cineclubes durante los años sesenta a ochenta (otros nombres, más novedosos (pero no siempre mejores) vendrían después a ocupar su sitio en estos recintos para atraer a las nuevas generaciones). Mas que una forma de hacer cine, el de Bergman era un modo de ver la vida, de adentrarse al interior del alma humana, para discernir y exponer lo que le atormenta, lo que le acongoja, lo que la hace ser como es.
Permeada a través de una visión pesimista de la vida, la de Bergman fue una búsqueda del sentido de la existencia, donde Dios parece guardar silencio y el humano se encuentra solo con sus pensamientos, obsesiones, anhelos y miedos. Los personajes de su cine son torturados por la falta de un Dios que les guíe, por su aparente imposibilidad para alcanzar la felicidad, por sus inseguridades y su miedo a la muerte. El suyo es un mundo opresivo donde la deseperanza, el absurdo y el vacío existencial son la norma.
Y sin embargo, tras ese mundo gris de pesimismo y melancolia, se asoma cierta belleza: la de la vida per se, la de la condición humana con todas sus virtudes y defectos, y la de un universo en donde, tras la aparente ausencia de un Dios rector, se irradia una espiritualidad muy particular: la que nace del hombre mismo y no de las representaciones externas de la divinidad.
Al igual que Antonius Block (protagonista de su filme El Septimo Sello) Bergman finalmente ha perdido su partida de ajedrez, y ahora debe de estar bailando en la ladera, junto a su amada Ingrid von Rosen (su última pareja sentimental quien se le adelanto 12 años antes), mientras se dirigen a su último destino. Descansa en paz Ingmar.
Y cuando aún no me reponía de tal noticia...
(1912-2007)
Me entero que ese mísmo día, pero en otra parte de Europa, Michelangelo Antonioni exhaló su ultimo aliento, y nos deja cuando estaba cercano a los 95 años (solo le faltaban un par de meses).
Antonioni fue, como Bergman, un nombre de peso para una generación de cineastas que creció influenciada por su cine. Y al igual que su colega sueco, su cine se preocupó por diversos aspectos del ser humano y sus sentimientos de infelicidad y soledad. Aunque Antonioni se enfocó más en el aspecto de la incapacidad de la gente para comunicarse con sus semejantes, y del malestar que esta situación produce en ella.
Antonioni fue un cineasta que siempre trató de estar al día, y en su filmografía podemos atisbar algunos reflejos de las diferentes épocas que le toco vivir: desde los grandes movimientos sociales de los sesenta hasta la Europa unificada posterior a la caída del muro de Berlin (Y del bloque socialista). Trabajo con realizadores tan distantes entre sí como sus obras y las épocas a las que pertenecen: Roberto Rossellini, Wim Wenders, Wong-Kar Wai...
En 1985, Antonioni sufre un ataque que lo deja con parálisis parcial e inabilitado para hablar. sin embargo, esto no le impidio trabajar en los filmes Más allá de las nubes y Eros, que fue su último trabajo.
Dicen que los buenos siempre se van primero. Ciao, Michelangelo
P.D. Tal vez lo único bueno de lo acontecido, es que las instancias culturales de este país desempolven algunos de los filmes de estos maestros y les den una pasadita ya sea en algún ciclo, restrospectiva o exhibición por televisión. Por lo pronto, Canal 22 tomó la iniciativa y ayer proyectó el filme de Bergman, Persona.
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