lunes, mayo 28, 2007

Ley Televisa: tratando de disminuir la distorsión



Ahora que esta cercano el fallo de la corte sobre la controversial Ley Televisa, seria bueno que aquellos que no conozcan o no entiendan las maniobras de distorsion que los grandes consorcios están llevando a cabo (velando por sus propios interéses) se informen de ello. En ese afán, les reproduzco un fragmento de un artículo publicado por Denisse Dresser:

México tiene derecho a reglas claras
Réplica
Denise Dresser

El águila sufre el canto de los pájaros pequeños —Shakespeare, Titus Andronicus Esta columna no es leída por millones de personas. Ni aparece en horario estelar en la televisión. Ni forma parte de aquello que los locutores leen del teleprompter al comienzo de cada noticiero. Es sin duda un espacio privilegiado pero relativamente reducido, dado el número de personas que lee la prensa escrita en comparación con quienes contemplan la pantalla. Es una de las pocas plataformas que personas como yo, que hemos sido críticas de la llamada Ley Televisa, hemos tenido para presentar nuestros argumentos. Expresar nuestras opiniones. Subrayar nuestras diferencias.

Formar parte de un debate que debería involucrar a la ciudadanía, pero se ha convertido —dado el tamaño de su audiencia— en un monólogo manipulador conducido por las televisoras.Noche tras noche, desde hace dos semanas, Televisión Azteca se ha dedicado a denostar, atacar, tergiversar, distorsionar. Noche tras noche los conductores han destazado a sus críticos sin permitirles el derecho de réplica que cualquier persona linchada por los medios se merece.

Noche tras noche la televisión ha evidenciado los problemas que la aquejan y que la Ley Televisa podría agravar: la falta de pluralidad, la ausencia de debate, la editorialización que sustituye a la información, el uso de un bien público para la defensa de intereses privados, el conflicto de interés que eso entraña. El poder que las televisoras han acumulado y ahora desatan contra cualquiera que cuestiona la forma antidemocrática como lo usan.
Pero los opositores de la Ley Televisa tienen derecho a ser escuchados, como la Suprema Corte ha reconocido y por lo cual merece ser aplaudida. Ante el ejercicio de intolerancia de la televisión, está el ejercicio de civilidad de la Corte: las audiencias promovidas, los argumentos escuchados, las partes recibidas, los ciudadanos reconocidos. El reconocimiento de que ante un problema complejo es necesario fomentar la libertad de expresión en vez de silenciarla.

Toda persona tiene derecho a expresar lo que considera cierto y todos los demás tienen derecho a criticarlo por ello.

El debate a fondo es algo que la democracia necesita para su buen funcionamiento, pero tanto Televisa como TV Azteca rehusan su promoción. Como escribió alguna vez John Stuart Mill, es sólo a través de la colisión de opiniones adversas que la verdad tiene la oportunidad de sobrevivir. Y hoy la posibilidad de alcanzar esa verdad compartida ha sido coartada por televisoras que sólo quieren expresar la suya. En un espacio que es nuestro.

De allí la necesidad de contraargumentar aunque sólo sea posible en sitios como Proceso, cuyo tiraje constituye una fracción de los televidentes. De allí el imperativo de esclarecer, de desenmascarar, de evidenciar las distorsiones que las televisoras se han encargado de diseminar. Los falsos dilemas que con su cobertura han contribuido a crear. Noche tras noche.


Primera distorsión: “La Ley Televisa acaba con la discrecionalidad presidencial”. Este es quizás el punto más reforzado, el más aplaudido, el más celebrado incluso por personas que no deberían hacerlo. Porque sin duda es necesario acabar con la discrecionalidad presidencial en torno a la televisión. Es indispensable terminar con la forma en la cual se otorgaron concesiones públicas a cambio de lealtades políticas. La manera en la cual esa discrecionalidad convirtió a Televisa en soldado del PRI y del presidente. La codependencia que creó familias privilegiadas y televisoras obedientes.

Nadie interesado en la construcción de la democracia en México quiere regresar a ese esquema que contribuyó a la concentración que hoy padecemos. Pero lamentablemente, la Ley Televisa le quita poder al presidente para entregárselo a las televisoras. Debilita al titular del Ejecutivo pero no fortalece al órgano regulador. Le quita atribuciones al habitante de Los Pinos pero se las da a los concesionarios para que se regulen a sí mismos.

Si les interesó y quieren leer el resto del artículo, hagan click aquí.

Menos distorsión y más claridad, que nos la merecemos.

1 comentario:

Blackpaco dijo...

Agradezco el link. Como siempre, la Dresser poniendo el dedo en la yaga. Hay que hacer saber que los privilegios tienen precio, y se necesita que aquellos que los han disfrutado siempre comiencen a pagarlos.. y de ser posible, repartirlos.

Francisco.